Mi padre, Jesús Parrina, también decía cosas, pero eran “harina de otro costal” no había posibilidad de hacerse el remolón con lo que él decía. Se definía como negociante, es decir, que se dedicaba a hacer negocios, y era verdad, siempre tenía algún negocio en mente, yo añadiría además que era un gran pensador, pensaba mucho. Fue carbonero -jefe de cuadrilla; le gustaba mandar, no que le mandasen, piconero, minero, frutero, carnicero, a tiempo parcial, cuando no estaba la Pepi, el Manolo o más tarde el Susi, y regentaba el bar, pero no era camarero, para eso estaba yo, y sobre todo dedicaba mucho tiempo a los viajes, viajaba mucho a fin acarrear productos para las tiendas, matanzas –animales para sacrificar- cerdos, corderos, cabritos, gallinas y pavos para Navidad, e incluso alguna vez terneros o vacas, pero esto solo era posible cuando los vacunos sufrían alguna lesión que les impedía seguir viviendo.
Al igual que mi madre también solía lucir un mandil, pero en su caso blanco, que hacía juego con su pelo cano, y en la boca un cigarro.
Papa -como nos dirigíamos a él, sin artículo ni acento- era el segundo de once hermanos, él si tuvo tiempo para envejecer, quizá a consecuencia de sus enfermedades, operaciones varias, al tabaco, el café y algún botellín de cerveza que otro, no bebía mucho pero como sólo tenía un riñón enseguida le hacía efecto. Nos dirigía a todos nosotros, uno a matar los animales para la carnicería, otro a echarles pienso y agua, a llevarles a pastar, otro al bar de la piscina, otro al de la plaza, a la venta ambulante por los numerosos caseríos y fincas, y si sobraba alguno se lo llevaba de acompañante, normalmente al más pequeño.
Era bondadoso, fuerte como un roble, protector de los suyos, y bastante sentimental; aquello que no conseguíamos de mi madre se lo sacábamos a él, un helado, unas perras para ir al gallinero del cine Capitol. El tabaco solíamos cogerlo directamente del estante sin su conocimiento, o sí. Fumó Goya durante mucho tiempo, también Kaiser que era más barato, y Ducados por los más años, nunca fumó Celtas, ni cortos ni largos.
A veces nos llevaba al rio para que nos bañásemos y cenáramos, nos llevaba a Trujillo, “trujillete” como él decía, que rima con pastelete -al que le acompañaba le compraba uno- muchas otras veces nos “llevaba al huerto” con sus historias, la mayoría inventadas; brujas, monos, diablillos, historias de una tal perra Zaraguntina que roía un hueso, que nos repetía una y otra vez, mientras canturreaba, etc…
También tenía huerto, de los de verdad, con melones, sandías, tomates, pimientos y todo lo que pensaba que era bueno para nuestro sustento, las mayores extensiones las dedicaba a la alfalfa, a la cebada, al centeno o al maíz, fresco para consumo animal o seco para el invierno. Además nos acarreaba todo tipo de animales exóticos como conejos enanos, gallinas de Guinea, pavos reales, entre otros, quizá para que nos fuese más ameno tanto trabajo.
Mi padre era ante todo honrado, y eso aprendí de él, la rectitud, el que no hable mal de uno, a pesar de que esto es inevitable, a ser correcto, decente.
-No cojáis nada de nadie. –Decía.
Y sobre todo aprendí a acarrear cosas para casa; a coger espárragos trigueros, a cazar, de noche, ranas en las charcas con una linterna y un palo con la punta plana, nos íbamos junto al señor Gregorio, el de la piscina, y traíamos muchas, luego el problema era cortarles la cabeza y desollarlas, esa función la hacía yo, y no me importaba porque había oído en la tele que las ancas de ranas eran uno de los platos más exquisitos en Paris, y allí, en Logrosán, por aquel entonces, las había en abundancia. Acarreábamos cardillos para el escabeche de Semana Santa, perdices, que cazábamos al puesto, conejos y liebres, barbos, lucios y otros peces del rio cubilar.
Así, entre lo que decía y dice mi madre y lo que decía mi padre uno se va formando la idea de cómo se debe ser, y lo que aprendes en las escuelas, nuevas o viejas, y lo que oyes en el bar Victoria, y en la iglesia parroquial de San Mateo, que entonces pastoreaba Don Santos -esto formará parte de otro capítulo porque es muy extenso- Uno va formando su personalidad, se va dando cuenta, poco a poco, de que se dicen muchas cosas y, otras muchas, se practica lo contrario de lo que se dice, y te sorprendes e intentas analizar los porqués.